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Daniel Rodríguez Guerrero: “No nos han perdonado nada, ni el agua ni la luz”

Vendedores de libros en el Jr. Quilca han cerrado sus puestos producto de la pandemia y de la indiferencia de las autoridades

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La cuarenta y la pandemia ha traído no solo un cambio en la forma de vender y comprar un libro, sino además un cambio de concepción de los libros físicos ante el acelerado avance de las tecnologías y el establecimiento de la sociedad de la información en países industrializados. En Lima metropolitana, 100% de zonas urbanas, el uso de las tecnologías se ha ido estableciendo de manera progresiva en cualquier actividad, ya sea económica, cultural o política. La llegada a acelerado este proceso.

Así, por ejemplo, la venta de libros en formato digital ha presentado un crecimiento de 60% a 70% con respecto al 2019, cuenta la editorial Penguin Random House en Perú. Para librería Crisol, las ventas online crecieron de representar un 1.5% de las ventas que tenían antes de pandemia a un 12% en el 2020 y este año se estima sobrepasar esa cifra.

El representante de Crisol sostuvo que hay mucha demanda por la categoría infantil, debido a que los niños no pudieron ir a clases presenciales el año pasado por la pandemia. En su facturación les representa un 35%. Añadió que la categoría juvenil también son los más solicitados y equivale al 20% de sus ventas. En títulos en específicos, Galarza mencionó que la saga de Harry Potter, cómic, esoterismo, las agendas y libros clásicos son los que más llevan los lectores. Por Otro lado, otro escenario ha sido en Jirón Quilca.

Daniel Rodríguez Guerrero es un librero con más 50 años de experiencia en el rubro. Tiene un puesto ubicado en el Jirón Quilca 501, Cercado de Lima; sus nietos e hijos suelen ayudarle pero aparte tiene un asistente que trabaja todos los días. Él, al igual que muchos de los vendedores de libros de la zona, tienen limitados microcréditos, no manejan una cadena trabajos y sus compradores esta conformado principalmente por personas que buscan productos accesibles.  

Con la llegada de la cuarentena, los puestos se cerraron y muchos de los vendedores que dependían de su negocio fueron afectados gravemente. El alquiler del local no fue eliminado a pesar de que estos no se habrían hasta después de 4 meses, solo fueron prorrogados. Por tal razón, algunos trabajadores decidieron cerrar para siempre y dedicarse a otra actividad; los puestos cerrados aun no han sido reemplazados, se puede caminar por el lugar y verlos cerrados. 

Las circunstancias obligaron a los vendedores de libros a manejar la venta por internet, muchos de los cuales se vieron limitados al no tener conocimiento sobre el uso de estas herramientas. Recibían ayuda de los hijos o de los vecinos. Daniel Rodríguez Guerrero, por ejemplo, recibió ayuda de sus hijos, quienes manejaban prácticamente el negocio. Sin embargo, nunca se dedicaron a vender libros digitales. Toda su mercadería es física, y ven los libros en “pdf” como un problema para la lectura.

Si bien hasta la fecha la venta de libros ha aumentado por la flexibilidad de las medias satinarías y de la reactivación económica, estas no igualan a las ventas de los años antes de la pandemia, y saben que nunca regresará a la misma situación. Ellos aun apuestan por la experiencia de un libro físico, puede cambiar la venta, sea presencial o delivery, pago por yape o efectivo, pero nunca ningún formato podrá reemplazar la experiencia de un libro físico.

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